viernes, 9 de agosto de 2013

La noche palpitaba


La noche palpitaba sobre un caballo de hojalata.  Su forma era compacta, como una luna sin sombra. La luz… Ah, la luz eran tinieblas, y las tinieblas luz en las reminiscencias de la luz.
Sobre sus dedos yacían dos alondras, y bajo el vuelo un eco. Y desde el eco era la noche espesura y antorcha, como palabras sin forma. Eco de otras palabras, ensoñación sin camisa. Pecho abierto hasta la garganta. Filo de su corazón y ameba. Pero sobre todo era, una daga, una cadencia de lirismo en letanía. Como esponja que se llena de la espuma, pero sobre todo era canto marcial, desencanto, triste susurro que vuela y se convierte en un laberinto de lluvia. Pero sobre todo era repetición de la esfera que gira y muere y se enfunda en otra esfera. Y  después… Coro de la sinrazón, estupidez que agiganta la vergüenza. Pecho abierto sin camisa, y de la luz la espesura, y sobre el corazón lluvia, y de la lluvia una sombra. Y sobre la sombra leña. Eco de otras palabras, ensoñación sin garganta, y el desencanto sin forma es un canto en letanía. La noche palpitaba sobre un caballo de hojalata. Era compacta como una vela sin luz, como la ensoñación que tristemente se sueña y no es sueño son tinieblas.

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