miércoles, 4 de septiembre de 2013

"Luther": ¿Se puede capturar la felicidad?


Recientemente he terminado de ver las tres temporadas de la serie Luther, otra producción de la BBC que apuesta por una magnífica calidad en la factura técnica y por lo detectivesco en la trama, tal y como ha hecho con las excelentes Sherlock y Wallander.  

Luther, creación del novelista y guionista Neil Cross, adentra al espectador en la vida de un detective (interpretado magistralmente por el cada vez más en alza Idris Elba) al que sus propios demonios y errores personales atormentan tanto como los depravados y sádicos criminales a los que da caza policial en un Londres que nada tiene que ver con el de las postales. Un hombre que en su intimidad vive permanentemente al filo de la autodestrucción y que profesionalmente no tiene problema en vulnerar las reglas para hacer lo ¿correcto?. Un antihéroe que vive en contínuo estado de conflicto. Una persona que quizás ha pasado tanto tiempo mirando al abismo que éste le ha devuelto la mirada, cómo diría Nietzsche.

Así las cosas, Luther cumple dos máximas que potencian el atractivo y el interés por seguir la ficción. La primera, las cosas normalmente no salen como uno (el protagonista) espera. Y la segunda: si algo puede salir mal, saldrá mal. Dos reglas que, cuando funcionan juntas, siempre consiguen un resultado bueno en términos de enganchar al receptor (lector o espectador) porque resulta muy difícil no preguntarse en más de una ocasión cómo saldrá (si es que sale) el detective de todos los follones, personales o profesionales, en los que se mete. La respuesta a esa pregunta es sencilla, dado que es una serie dramática y con suficiente dosis de realismo: no siempre las cosas acaban bien.

Si desde el punto de vista técnico las tres temporadas son impecables, desde una perspectiva del contenido la primera es quizás la más interesante y conseguida de todas puesto que, en los seis episodios que la componen, no sólo se nos presenta eficazmente a los personajes y el mundo (exterior e interior) de John Luther sino que también tiene los conflictos morales (¿está bien esto que hago?), personales (¿qué hago con mi vida?) y profesionales (¿cómo cazo a este asesino?) más intensos. De esta manera, en la primera temporada vemos a un John Luther a punto de implosionar mientras interactúa con tres mujeres que representan los tres principales focos de tensión e interés conceptual de la temporada (y de la serie): Su ¿esposa? Zoe, su ¿amante? Alice Morgan y su jefa Rose Teller. Cada una de ellas encarna algo distinto pero necesario para mejorar/aclarar la turbulenta vida de Luther: estabilidad (Zoe), riesgo (Alice) y responsabilidad (Rose). Tres conceptos que, por otra parte, parecen asociados a la edad de cada una ellas: Alice, la juventud; Zoe, la madurez; y Rose, la veteranía. De ahí que, gracias a la interacción y el devenir de los acontecimientos, la relación del protagonista con cada una de ellas (acercándose o alejándose) marca el rumbo de su vida y la serie. Lo cual, no obstante, no hace en absoluto previsible el sorprendente, trágico y brillante final de esa primera temporada.

Las otras dos temporadas, correctas y entretenidas, funcionan mejor por saciar la curiosidad de ver qué pasa con los personajes que por aportar novedades o tramas importantes. Es un "más de lo mismo" pero excelentemente servido. En ese sentido, además de comprobar cómo Luther reacciona ante las devastadoras secuelas de lo sucedido en la primera temporada, cobra especial atractivo el protagonismo que adquiere el pulcro y leal compañero del detective, Justin Ripley, al que el magnetismo destructor de su jefe amenaza con pasar factura. Por eso, a medida que transcurren los capítulos, la historia parece abocada a responder a esta cuestión: ¿caben en el mundo del detective Luther personas como el sargento Ripley? Sin embargo, al finalizar cuarto y último episodio de la tercera temporada, uno comprende que la pregunta fundamental, por encima de cualquier otra, es: ¿cabe en la vida de John alguien como Alice? Y es que, aparte del atormentado y carismático detective, el gran imán y hallazgo de esta serie es la inquietante, perturbada, ingeniosa y ¿adorable? psicópata llamada Alice Morgan.

Por todo ello, Luther, sin ser una obra maestra de la televisión, sí es una excelente opción para disfrutar de una serie que demuestra que la felicidad es casi tan difícil de atrapar hoy en día como el peor de los criminales.   

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